jueves, 28 de enero de 2010

¿Sabes que es verdaderamente el Plan Colombia?

En el año 1999, en virtud de un acuerdo entre los presidentes colombiano y estadounidense, Andrés Pastrana y Bill Clinton respectivamente, se dio inicio al Plan Colombia. En virtud de este Plan se han inyectado en el país neogranadino 5 mil 600 millones de dólares.

Si ponemos 5 mil 600 millones de dólares, en billetes de un dólar uno junto al otro, llenaremos 7 mil 154 canchas de fútbol, cada una de ellas tapizada con 782 mil 734 billetes de la divisa americana.

Pero el Plan Colombia no ha sido solamente dinero, sino fundamentalmente asistencia militar, y la aplicación de una estrategia de basada en la erradicación forzosa de cultivos (que como hemos visto, no ha dado grandes resultados), en la guerra sin cuartel contra la disidencia de cualquier tipo, y en la apertura de mercados como forma de lograr una supuesta dinamización de la economía colombiana que promueva vías legales de obtención de lucro.

Los miles de asesores norteamericanos que se han trasladado a ese país, así como la cantidad de armamento que se le ha entregado a las Fuerzas Militares de Colombia, hace dudar de las verdaderas intenciones de este plan, y si efectivamente su real objetivo no es la aniquilación de los sectores guerrilleros que desde hace más de sesenta años hacen frente a gobiernos que consideran ilegítimos por su carácter oligárquico, represivo, y aliado al imperialismo norteamericano.

Un costo no previsto

Otro resultado de la aplicación del Plan Colombia, -su sola mención genera mucho desagrado en el gobierno de ese país, que se niega a reconocer el problema- es la cifra de desplazados internos que ha generado el conflicto interno exacerbado por la aplicación de este Plan.

La delegación colombiana del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) inició en 1997 su programa de Asistencia Humanitaria de Emergencia, que fundamentalmente se dedica a atender a los desplazados por el conflicto interno. Desde esta fecha, y hasta diciembre de 2007, ha atendido a un millón 24 mil 940 personas (200 mil familias, equivalentes a 10 míticos estadios Maracaná con sus tribunas llenas), el 53% de las cuales son menores de edad.

No cuenta la Cruz Roja los millones de desplazados que han emigrado fundamentalmente a Venezuela y Ecuador, ni las personas que no solicitan la asistencia de ese organismo humanitario.

Tampoco se cuentan las miles y miles de hectáreas que por la vía del desplazamiento de sus ocupantes pasan a los grandes hacendados, a manos de jefes paramilitares, o directamente al cultivo de hoja de coca y -por ende- a la producción de cocaína.

Quién planta

Según el informe de la UNODC, 80 mil hogares están vinculados a la producción de hoja de coca, alrededor de 400 mil personas, o cuatro estadios Maracaná llenos, que perciben algo menos de mil dólares por mes (US$ 11 mil 675 anuales) por dedicarse a la peligrosa actividad.

Una de estas familias, después de negarse a continuar plantando hoja de coca, fue amenazada por el grupo Águilas Negras (uno de los continuadores de las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia) y se vio obligada a desplazarse y convertirse en inmigrantes ilegales en Venezuela.

El jefe de familia declaró “salimos normal con los "pelados" (niños) en la mañana como si fuéramos para el pueblo, y nos fuimos nomás, con lo puesto”.

El riesgo por negarse a cumplir las órdenes de grupos como las Águilas Negras es demasiado grande, tanto que justifica abandonar a todo y a todos: “ellos no tienen remordimiento en matar a quien sea, y además igual nos iban a quitar la tierra”.

La “narco-guerrilla”

Con este nombre, los gobiernos colombiano y norteamericano se refieren a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) y al Ejército de Liberación Nacional (ELN), responsabilizando a estas organizaciones de proteger a los cultivadores, a los productores y a los traficantes, así como de subsistir gracias a este negocio ilegal.

Al mismo tiempo, el gobierno colombiano dice que las Farc están completamente desarticuladas, que no controlan territorio, que sus combatientes pasan hambre por falta de suministros, y que -en este momento- no poseen más de 6 mil combatientes cuya principal preocupación es huir de las fuerzas militares regulares que les pisan los talones a lo largo y ancho del territorio nacional.

Parece poco probable que esos 6 mil hombres y mujeres en tan precarias condiciones (de tomar como ciertas las afirmaciones del gobierno paramilitar) controlen un territorio equivalente a 378 mil 879 campos de fútbol y a una población correspondiente a cuatro estadios Maracaná llenos.

Pero además, movilizar las 600 toneladas anuales de cocaína que se producen en ese país, no parece una operación fácil para estos hombres que se encontrarían corriendo por sus vidas. Cabe entonces la pregunta de quién tiene la capacidad para controlar esos gigantescos movimientos de droga, las más gigantescas extensiones de tierra necesarias, y la multitudinaria cantidad de gente para producirla: las alicaídas Farc, el ejército colombiano y sus asesores norteamericanos, o los paramilitares (tolerados por los militares y apoyados por los hacendados).

Un negocio formidable

Según el informe presentado a la prensa el 18 de junio, los campesinos colombianos reciben US$ mil 50 por cada kilogramo de hoja de coca cosechados; sin embargo, la pasta base ya alcanza un costo de US$ mil 339; el kilogramo de base de cocaína tiene un valor de US$ mil 764; y la cocaína ya terminada vale alrededor de US$ 2 mil 198 por kilogramo.

Ahora bien, cuando esta cocaína llega a territorio norteamericano -Estados Unidos es el primer consumidor del planeta- ha subido a US$ 21 mil por kilogramo. Lo que resulta increíble es que en las calles, ese mismo kilogramo alcanza un precio que se puede estimar en 102 mil dólares.

Poner ese kilo de cocaína en Europa es mucho más caro (alrededor de US$ 46 mil) y se obtiene mucho menos ganancia (el precio en la calle es de sólo US$ 85 mil por kilogramo).

Obviamente, el negocio de la cocaína no está en las selvas de la Orinoquia colombiana, sino en las calles de Nueva York, Washington (donde se asientan los poderes ejecutivo, legislativo y judicial estadounidenses), San Francisco y Miami. Estas cuatro ciudades se encuentran dentro de las veinte ciudades con más consumo de cocaína en el mundo, aunque Nueva York se destaca lejos de sus seguidoras con un consumo de 134 líneas de cocaína por cada mil habitantes cada día.

Se pagan y se dan el vuelto

Según el Drug World Report 2007, publicado por la misma UNODC, Estados Unidos (que tiene sólo un 4.5% de la población mundial) posee el 45% de todos los consumidores de cocaína del mundo, lo que nos permite asumir con bastante certeza que consume el 45% de toda la producción del alcaloide (270 toneladas de cocaína el año pasado habrían ingresado a Estados Unidos).

A pesar de todo el discurso en torno a “la guerra contra las drogas”, el consumo no disminuye significativamente. Y parece difícil que algún gobierno norteamericano haga esfuerzos por disminuir la gigantesca inyección de capitales que produce en la economía de ese país el tráfico de drogas.

Si cada kilo en la calle vale 102 mil dólares, cada tonelada cuesta 102 millones de dólares, por lo que 270 toneladas generan 27 mil 540 millones de dólares (US$ 27.540.000.000), casi cinco veces más dinero el último año que lo invertido durante la década completa de aplicación del Plan Colombia.

¿Quiere sacar la cuenta en canchas de fútbol?

Equipo de investigación

Frente Francisco de Miranda

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